1 Introducción El presente trabajo tiene por objetivo analizar la presencia de la abstracción en la posmodernidad, para lo cual es...
La abstracción en la posmodernidad
El sublime Piranessi Acostumbramos a visualizar el arte del siglo XVIII europeo como dividido en dos grandes compartimentos estancos: el...
Padre del romanticismo, abuelo del surrealismo
El sublime Piranessi
Fue un siglo complejo en el que a Giovanni Battista Piranesi (Venecia, 1720 - Roma, 1778) le ha tocado pasar a la historia como una de las principales figuras del panorama artístico en Italia, tanto por sus grabados como por sus aportes teóricos sobre la arquitectura antigua.
Piranesi es el primero en llevar a la plástica la estética de lo "Sublime", de la multiplicidad, de la invención, del collage, de la heterogeneidad. Junto con su contemporáneo Winckelmann, se opondrán a la estética rococó imperante, pero de formas antitéticas, cada uno con su visión diferente de la antigüedad, ambas fantásticas.
Piranesi, de familia relativamente privilegiada, fue educado por un tío monje quién le enseña latín y literatura. Comienza a trabajar con su familia en la oficina de arquitectura de Venecia. Llega a Roma en 1740 donde prosigue estudios sobre perspectiva, arquitectura teatral y grabado, tomando contacto con artistas romanos.
En 1743, a los 23 años publica su primera serie de planchas de grabados. Regresa a Venecia en dos ocasiones, en donde se cree que formó parte del equipo de Tiépolo. Éste le habría transmitido el gusto por la rocalla (desmaterialización del espacio) que Piranesi reinterpretará de una forma totalmente diferente.
Sin embargo, Piranesi vivió buena parte de su vida en Roma, que por aquel entonces, estaba transformándose en centro cultural fundamental para los académicos europeos. La creciente importancia de la arqueología apoyaba un discurso histórico fundado en la revalorización de la arquitectura antigua.
Era la época en la que allí mismo, Winckelmann, reflexionaba acerca del origen y la belleza perfecta en el arte. El afán científico, se entremezclaba con una mirada nostálgica de la antigüedad a través de las ruinas. Así, Piranesi se alzaría contra las alabanzas mistificadoras de lo griego y reivindicaría la independencia de la arquitectura etrusca y romana. Winckelmann reflexionaba sobre la “pureza ideal” del arte griego, pero lo cierto es que nunca, o casi nunca, había visto una obra griega real, sino que las conocía a través de sus reproducciones tardías romanas en mármol, por lo que buena parte de su construcción teórica está cimentada en falsos supuestos. Las esculturas griegas no solo eran en su gran mayoría de bronce, lo que deshace la argumentación de la “blanca pureza”, sino que además estaban totalmente policromadas, al igual que los templos. Es posible que ante la visión de una obra griega real, tal y como sabemos que fueron hoy en día, Winckelmann hubiera huido horrorizado. No obstante, sus trabajos sobre el arte clásico griego han sido de una influencia capital en el devenir de la historia del arte.
Promediando el siglo, diferentes tendencias estéticas entran en colisión: el idealismo cartesiano con las rocallas, y ambas con el empirismo. Esta última tendencia promueve un análisis individual de las cosas más allá de las “leyes” naturales o de lo bello, se interesa en las características concretas de las cosas, en su relación con y para el individuo. La experiencia, la percepción sensorial y la imaginación de cada individuo, comienzan a importar. Así Piranesi, no está tan interesado en analizar científicamente las ruinas como en explorar su poder evocador, su potencia simbólica, le preocupa el drama de su construcción y de su descomposición, la pérdida del pasado glorioso de la grandeza romana. Es por ello que resaltan en sus grabados más las bóvedas, heredadas de los etruscos que no deben nada a los griegos, que el orden griego clásico, en una especie de reafirmación gráfica de su discurso teórico. Podríamos ya, en este rescate nacionalista de un pasado fulgurante, ver la simiente de un romanticismo en ciernes.
La libertad con la que crea y ordena las formas no responde a códigos estrictos, sino que tienen por objetivo la recreación fantasmática de espacios que giran entre lo imposible y lo improbable. Todo esto, transforma a Piranesi en un adelantado del Romanticismo, que infunde ese “nuevo mal” entre los jóvenes cultos de la época.
La potencia de las imágenes de Piranesi, la experiencia estética que producen, se imponen sobre las consideraciones técnicas, racionales. El autor se sitúa más como teórico que como técnico, más pensador que maestro de obras. Sus aguafuertes, sus grabados, poseen cualidades plásticas más que intenciones científicas, la libertad es más importante que la vocación documental, marcando así, un claro romanticismo “avant la lettre”, como también años más tarde lo haría Goya. No es difícil trazar un puente continuador entre ambos creadores, ni por los temas generales que abordan, ni por la técnica con que los encaran.
Debe señalarse asimismo que las estampas de monumentos antiguos tenían otro objetivo, menos “elevado”, centrado en la difusión de los mismos a efectos turísticos. Estamos en la época en donde los viajes de placer comienzan a hacerse cada vez más frecuentes entre la burguesía europea, y con ello, una nueva actitud frente a los monumentos, fundamentalmente del pasado antiguo, generaban enorme interés.
Carceri D'Invenzione
En la versión corregida de 1761, se observa un mundo irreal y roto. Lo primero que se rompe, es la unidad espacial, el primer plano es confuso, la oscuridad ha crecido abarcándolo todo, la atmósfera parece irrespirable, producto quizás de la aglomeración de elementos arquitectónicos, máquinas de tortura y objetos diversos en una densa profusión. Una iluminación espectral colabora para dar forma a esta visión terrible del mundo subterráneo, de tinieblas, sufrimiento y muerte, de turbación y desconcierto, de Cloaca Máxima. Las proporciones contradicen las normas de la geometría euclidiana además de proponer sinsentidos arquitectónicos como escaleras que van a ninguna parte, pasarelas intransitables, etc. superando los cánones de la representación establecidos desde el renacimiento y participando, en definitiva, de esta nueva corriente estética que proclama lo Sublime, expresando visualmente lo que Burke expresa con palabras: "no basta que un edificio sea grande si no permite que la imaginación continúe por propia iniciativa. El infinito que cuenta se obtiene por interacción; a través de la repetición tiene que poner en movimiento una especie de principio de inercia perceptiva, una tendencia a continuar por el camino ya tomado". Burke, muy en leído en aquellos años, propone entender lo sublime como una categoría estética independiente de lo bello, ligada más a ideas de infinito y de terror. Promueve la idea de encontrar un efecto retórico que va a suspender el juicio para que el espectador de la obra sea asombrado. Lo que Breton llamará “la belleza convulsiva”. Lo sublime esta ligado entonces a lo inmenso y terrible, como se percibe en las Cárceles piranesianas.
Mientras Winckelmann, se interesa en la perfección, Piranesi, se interesa en la ruina, la ruptura de la estructura y de la unidad. Es en el choque de formas donde puede desencadenarse una nueva forma, brutal y original. Combinando fragmentos nacerán creaciones nunca antes vistas. Este concepto de belleza se sitúa más próximo al miedo, al misterio, a lo extraño, a lo grotesco. En su discurso apologético de 1769 Piranesi trata el tema del origen del arte y la belleza: “Un artista no puede contentarse de copiar, debe mostrar un genio inventor combinando lo griego, lo etrusco, lo egipcio, así puede tener acceso al descubrimiento de nuevos ornamentos y nuevas manieras. Se trata entonces de inventar nuevas formas a partir de una mirada ecléctica. Se lee en las Cárceles, una voluntad de deconstrucción arquitectónica en beneficio de un collage de elementos ornamentales. El desacuerdo es más importante que el acuerdo: “El horror de la batalla tiene también su belleza”. Si vamos mas allá en esta noción de desacuerdo, llegamos al concepto de monstruosidad de la que Piranesi positiva el uso. La invención se traduce en una verdadera falsificación con pequeños personajes en falsa escala que generan ilusiones, no realidades.
Piranesi pretende explorar una estética de lo desproporcionado, lo inútil, lo irracional. Al contrario de la simplicidad, lo que interesa a Piranesi es la abundancia. No intenta encontrar una síntesis, sino confrontar los fragmentos de una forma violenta con una indeterminación violenta.
Más allá de la descripción material, nos interesan aquí, y como decía Baudelaire, estos “sueños de piedra”, sueños de angustia, dolor y opresión, alegoría en pesadilla de la condición del hombre. La figura humana vuelta una nimiedad, inserta dentro de gigantescas construcciones irreales, aparece como un ser prescindible, perdido en laberintos que no conducen a ninguna parte, en donde no existe ni siquiera la posibilidad de una salida al exterior. El prisionero de la cárcel, de las escaleras, se encuentra multiplicado en diferentes reproducciones de sí mismo en lo que Nodier estima como "el símbolo del esfuerzo humano que reinicia incesantemente una vana tarea". Aldus Huxley dirá que estas “prisiones metafísicas”, sitúan a sus prisioneros en un eterno presente, fuera del tiempo histórico. Lejos del optimismo fruto del progreso y de la ciencia, las poleas, escaleras, aparejos, palancas, cuerdas, máquinas de todo tipo que deberían servir a la construcción de un mundo perfecto, aparecen bajo la mirada de Piranesi como elementos inservibles, abandonados, sin un por qué, idénticos al propio prisionero condenado a una existencia falsa, en un mundo falso. Esto es también, lo sublime de la ruina.
Más allá de esto, Piranesi no pierde ocasión para proclamar una vez más, la independencia arquitectónica de los romanos con respecto a los griegos, está del todo presente en las Carceri, apoyadas por anotaciones epigráficas en diversas partes de las estructuras presentes en los grabados, aludiendo al Derecho romano, en una lección simbólica de la antigua Lex, en una especie de alegato gráfico sobre la magnificencia romana que se impone sobre la delicada elegancia griega.
Contextualizando, ha de recordarse que las cárceles de su Venecia natal, los famosos Piombi, eran temidos en toda Europa y forman parte de una realidad social de la que Piranesi no rehuía. Recordemos que el sistema policial veneciano de la época era más que férreo y que los famosos “buzones de denuncias” eran temibles. Es entonces posible pensar que la crueldad de la condición humana que trasuntan estos grabados estuviera inspirada, además de en una idealidad abstracta, en la realidad concreta de las cárceles venecianas de la época, de donde muchos, tras atravesar el Puente de los suspiros, no volverían a ver la luz. Cárceles metafóricas por un lado, cárceles reales, por el otro. Luz que precisamente es una ausencia dolorosa o una presencia apenas intuida en los grabados piranesianos. Quizás solamente su alejamiento a Roma le permitió la libertad de publicar esta serie, pues en Venecia hubiera sido peligroso, aunque haya sido allí, en su estancia en 1745 y durante un estado febril que comenzara a trabajar en ellos. De hecho es de destacar que en la primera edición de las Carceri no figura el nombre del autor, sino solamente el de su editor, Bouchard, un mercader francés establecido en Roma.
Las visiones pesadillescas de las Carceri, encontrarían en Jean Pierre Mariette un importante contradictor que dirá que “Roma no es más que la corrupción del buen gusto griego” asegurando que las licencias revulsivas de Piranesi marcan una decadencia total, a lo que Piranesi responderá publicando más grabados donde redobla la invención con ridículos agregados, en un claro rechazo al concepto de lo clásico impuesto por Mariette.
Las invenciones de Piranesi sobreviven a lo largo de la historia del arte, fundamentalmente en varios escritores románticos, y en el arte romántico en general, así como mucho más allá en el tiempo, influirán directamente en el movimiento surrealista de principios del siglo XX.
Bibliografía:
http://dadaisforever.wordpress.com/2009/08/06/las-carceles-de-piranesi/
http://www.homines.com/arte/piranesi/index.htm
http://www.vorem.com/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=4792
Picasso INTRODUCCIÓN El cubismo Una obra cubista puede parecer, a primer golpe de vista, complicada de entender. Sin embargo, si s...
Cubismo: Autopsia de un Picasso
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Picasso |
1907 puede considerarse la fecha clave para el cubismo, pues es el encuentro entre Braque y Picasso, sus dos creadores. En 1908 nace el nombre, con el inefable crítico Vauxcelles que alude a estas obras como “bizarreries cubiques”, definiendo a algunos de los seguidores de Cezanne como “geómetras ignorantes, que reducen el paisaje y el cuerpo humano a insípidos cubos”. Pero el cubismo era mucho más que una simple geometrización de las formas. Ambos artistas pretendían romper con la pintura clásica, representada en ese momento por su fase impresionista, que se interesaban en la fugacidad, en la captación de un momento preciso, en la luminosidad efímera. Picasso y Braque se interesaban en cambio en la esencia, pretenden alcanzar una noción de durabilidad, buscando diferentes formas que traduzcan lo eterno del referente, evacuando el aspecto reductor de representación esponénea y unívoca de las cosas.
Los aportes filosóficos de Bergson serán fundamentales. Él afirma que el observador acumula en su memoria una gran información sobre un objeto del mundo visual externo. En otras palabras, se sabe más del objeto de lo que se capta en un golpe de vista. Es así que lo cubistas intentarán reflejar no la visualidad de la cosa, sino la idea de esa realidad que subyace en la conciencia.
Para lograrlo, comienzan por investigar todo lo investigable sobre los planos pictóricos. No están interesados en una visión global del volumen, sino en un análisis pormenorizado del mismo. De ahí que el plano al que estamos acostumbrados, se disuelva en otros más pequeños, rompiendo con él la línea de los contornos. Es como ver el reflejo del objeto en un espejo roto, o bien a través de un caleidoscopio. Al analizar el objeto desde perspectivas múltiples, tratando de profundizar en su esencia, Picasso y Braque encuentran que en realidad el objeto y el espacio en el que está inserto, no son más que una misma unidad.
El estudio de cada plano en su autonomía implica la aparición de una perspectiva nueva, diferente de la clásica monofocal albertiana. Se multiplican los ángulos de visión de un mismo objeto. Así se ofrece una visión mucho más completa del mismo objeto, que se puede ver al mismo tiempo de frente, de perfil, o desde cualquier otro ángulo significativo.
Como el volumen se ha dividido en sus planos componentes, la gradación de luces y sombras tiende a desaparecer, ya que ellas son generadas por ese volumen que se ha atomizado.
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Braque |
Estas investigaciones transcurren en distintas fases: La fase analítica en donde se parte de la observación de la realidad para proceder al análisis de sus planos componentes, lo que resulta en un complejo conjunto de planos casi indescifrables que ritman la superficie. Los colores son casi desechados pues no aportan gran cosa a la esencia del objeto, ya que los colores son cambiantes, según la luz por ejemplo.
La fase hermética, en donde, para superar la difícil lectura de sus obras, Picasso y Braque empiezan a dejar pistas dejando aparecer detalles figurativos y esquematizados que estimulen la comprensión, por ejemplo, cuerdas o clavijas que evocan un instrumento de cuerda. En esta etapa empiezan también a jugar con la evocación de elementos de la realidad cotidiana como caracteres de imprenta, o una etiqueta de una botella, para dejarnos pensar que nos encontramos delante de un periódico, o de una botella de vino.
En la fase sintética, se da un nuevo paso fundamental pues se abandona la idea de imitar un periódico y se inserta directamente un trozo de periódico real, con la técnica de “papier collé”, o collage. Esta intrusión de elementos de la vida real será fundamental en el devenir del arte del siglo XX, porque así se consigue ese sueño vanguardista de unir arte y vida. Esto implica una revisión total del acto pictórico en sí porque ya no sólo se trata de pintar, sino también de añadir, de construir. El pincel es sustituido por las tijeras y la cola, y después los clavos y la soldadura. Los fragmentos de imagen pasan a formar parte de un conjunto estético. El objeto ya no se representa, se presenta. Los materiales se descontextualizan, se hacen enigmáticos y adquieren características propias. Objeto real y pintura coexisten en una ambigüedad entre verdadero y falso.
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Picasso. Mujer en camisa sentada en un sillón. 1913. 148 x 99 cm |
Este cuadro remite al tema siempre presente de la mujer, aunque aquí sirva de excusa para poner en evidencia las teorías cubistas.
Técnicamente vemos un “falso papel pegado”, un pedazo de periódico pintado, lo que nos remite a la fase intermedia de evolución del cubismo. Podemos encontrar en este cuadro elementos de diferentes épocas de dicha evolución, siendo eso lo que lo hace tan interesante.
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Fig.1 |
Un triangulo trunco central atrae antes que nada la atención, sobre el que dos senos geometrizados constituyen el centro del interés más visible. Ese triangulo se repite transformándose en un triángulo más puntiagudo hacia arriba, lo que conduce nuestra mirada en esa dirección, hasta llegar a la cabeza, también triangular.
Cortando esa línea vertical primordial encontramos 2 líneas, una horizontal y la otra oblicua que se cruzan hacia el centro del cuadro un poco a la derecha de la línea de fuerza. (Fig. 2) Cada una de esas líneas delimita una zona geométrica de cuadrados o rectángulos grandes, que lejos de ser volumétricas, son planos donde juegan otras formas.
En la cabeza encontramos un juego de líneas onduladas a guisa de cabello que están en consonancia con otras líneas curvas un poco mas espaciadas en la parte meridiana derecha donde podemos imaginar las curvas de la mujer, el origen de una pierna, de un muslo, formando un solo movimiento homogéneo con los cabellos (Fig. 2).
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Fig. 2 |
Sobre ese mismo sector, encontramos otra zona de cabellos ondulados, pero dispuestos horizontalmente, siguiendo la línea del sillón que parece abrazar al cuerpo la mujer con una sinuosidad del líneas poco habituales en Picasso.
Incluso aunque no podamos hablar de espacialidad, en la parte inferior izquierda del sillón encontramos un arabesco, una voluta, que deja pensar en la profundidad del brazo de ese sillón, es un recuerdo de perspectiva, pero tan truncada que no es más que una ligera sugestión.
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Fig. 3 |
Sobre esas paralelas, Picasso ubica un triangulo invertido coronado por las curvas que ya mencionamos, funcionando como equilibrio perfecto del gran triangulo central.
Equilibrando ese importante conjunto de curvas, a la izquierda, debajo del plano de la línea oblicua, una pequeña curva gris y otra ocre le hacen eco, creando un balance dándole estabilidad a toda la estructura.
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Fig. 4 |
En la base del cuadro encontramos claramente señalados los límites del sillón. (Fig. 5) Dentro de esos límites, 3 triángulos, dos que apuntan hacia arriba y el central, más oscuro, hacia abajo, se entremezclan con los trazos de pequeñas líneas que evocan los flecos de la base del sillón, pero que fundamentalmente le aportan una gran vibración a la base de la obra, y que, además, responden simétricamente a las ondas del cabello de la parte superior, quebrando la dureza de la base del cuadro, constituida por un largo espacio rectangular ocre. En el fondo, sobre él, aparece otro rectángulo más ancho y oscuro, dividiendo el fondo del cuadro en 3 partes que cuanto más arriba aparecen, más espaciosas son, reafirmando esta sensación de que la composición tiende hacia lo alto.
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Fig. 5 |
Los senos son vistos desde dos perspectivas diferentes: las pequeñas esferas rojizas con largos pezones incrustados, vistos en perspectiva contra picada, y al mismo tiempo, esos mismos senos, colgantes, vistos desde una pura frontalidad.
Debemos también reparar en los pequeños trazos blancos y marrones, como si se tratara de un libro abierto muy pequeño, en el óvalo derecho, lo que también configura un detalle figurativo que nos ayuda a la interpretación.
Picasso es fiel a su estilo cromático mesurado, en actitud de rechazo al fauvismo y su explosión sentimental colorista. Encontramos aquí colores, tierra, ocres, rosas, grises, en una dominante cálida. No hay un verdadero juego de contraste de colores, no encontramos complementarios netos, excepto quizás en el medio a la izquierda, una zona muy anaranjada sobre un gris con leves tonalidades azules. En los tonos púrpuras del sillón, encontramos también un ligero tinte azul (en la transformación del rojo al violeta, hace falta un azul, quizás un azul cobalto bajo). A pesar de no haber una clara intensión cromática, encontramos con los valores juegos muy interesantes, principalmente en una multiplicación de zonas de claro-oscuro que sirven a marcar la importancia de ciertos elementos: el brazo izquierdo, la pierna derecha, y naturalmente, los senos.
Con la luz, así como con las líneas, Picasso quiere atraer nuestra atención hacia arriba, es por ello que encontramos una zona mucho más luminosa en la parte superior derecha, proyectándose sobre el sillón y repitiéndose tímidamente en la parte superior del sillón de la parte izquierda. Una luz que nos sugiere una proyección oblicua desde el margen superior derecho hacia el inferior izquierdo.
Pero hay un juego ambiguo entre esta intención de ir hacia arriba y la posición de la mujer que con los brazos extendidos hacia abajo que produce el movimiento contrario. Es quizás este doble movimiento el que aporta al cuadro su gran estabilidad, y nos habla además de las intensiones de la obra.
En 1913 el ambiente europeo está muy perturbado: el creciente desarrollo de una tecnología jamás vista antes, los nacionalismos belicistas que no cesan de crecer, y las relaciones internacionales en plena tensión, nos remiten a una época que oscila entre la euforia de la modernidad y la sombra de la guerra.
En ese contexto, la figura de la mujer con sus brazos extendidos, transmitiendo cierta languidez, cierta melancolía, una especie de preocupación pasiva, que se contrapone al juego de líneas y formas que tiran para arriba, nos habilita a pensar que estamos ante la imagen de una realidad en donde la civilización tira para arriba, pero el ser humano, no acompaña ese movimiento. Una ambigüedad típica de esos tiempos: euforia y miedo, impulso ascendente y desconfianza que conforman una realidad en donde se vive en una suerte de equilibrio inestable, que puede quebrarse en cualquier momento. El pequeño libro bien puede remitirnos a la vorágine de saber que se produce en esos tiempos, con avances científicos insospechados que abren magníficas y terroríficas posibilidades, a un tiempo.
La mujer, emblema mismo de la percepción, del sentimiento, recoge en sí esa sensación. En su sexo la tragedia y la comedia, que puede bien hablarnos de esta realidad social que se vive en la Europa de ese tiempo, pero que también puede remitirnos a algo más trascendente y permanente: las delicias y peligros del amor, tema siempre presente en la obra de Picasso.
Es por todas estas consideraciones que estamos en presencia de una obra muy rica y compleja, sobre la que pueden plantearse diferentes interpretaciones, y sobre la cual, pudiendo analizar el cuadro, cada espectador tiene la libertad de proponer su propia lectura.
Carl Andre Un arte radicalmente honesto, no miente, no simula, muestra la verdad sin adornos ni disfraces. Muchos, al enfrentarnos a ...
Minimalismo
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Carl Andre |
Muchos, al enfrentarnos a una obra minimalista podemos pensar "¿Esto es arte?" y no decirlo, para no quedar mal parados. Ciertamente hoy en día, lo que es arte y no que no, comparten muchas veces territorio. Sin embargo, les propongo entender cuales son los objetivos del minimalismo y cómo de él se derivan tantas corrientes contemporáneas.
El minimalismo nace como reacción ante el desbordamiento subjetivo y emocional a ultranza del expresionismo abstracto (Pollock, Soulages, etc.) que hacía hincapié en la improvisación y la espontaneidad, reaccionando también contra la figuración del Pop-art, proponiendo a cambio, un arte totalmente preconcebido, de ejecución anónima y de gran claridad, rigor conceptual y simplicidad. Podríamos decir que está inspirado en el principio del arquitecto Miles van der Rohe “Less is more” (menos es más).
La palabra “minimal” art fue acuñada en 1965 por el filósofo inglés Richard Wolheim en un artículo del “Arts magazine” que versaba sobre una exposición en la Green Gallery de New York. A pesar de haber nacido de y para la plástica, la misma se ha aplicado a otros artes como la música, el diseño, e incluso la cocina. Sin embargo, la mayoría de los plásticos minimalistas rechazan esta apelación tachándola de reduccionista.
A las obras minimalistas se las ha catalogado como “objetos específicos” (Donald Judd), “formas unitarias” (Robert Morris), “estructuras primarias”, etc. Lo mismo ha ocurrido con la música: “música hipnótica”, “música trance”, “música de pulso”, “música modular”, etc. La pertenencia a un movimiento común, como sucede tantas veces, fue obra más de los críticos y curadores que de una voluntad declarada de los protagonistas por asociarse entre ellos.
Pueden rastrearse sus antecedentes en el neoplasticismo holandés que propone el imperio de la línea recta, de los volúmenes prismáticos simples y los colores planos de Mondrian. Son los fundamentos teóricos de esta corriente lo que interesará a los minimalistas, las ideas que subyacen a estas realizaciones y no ya la realización plástica como tal. Paralelamente otra fuente de la que se nutren, reside en el constructivismo ruso, quienes rechazan el arte “burgués” ligando su trabajo a la industria para elaborar un “arte” de masas, utilizando metal, alambre y trozos de plástico (materiales industriales) y aplicando líneas puras en sus elementos. También debe mencionarse la influencia del suprematismo a través de las obras de Malevich, o los trabajos de Tatlin, entre otras influencias.
Frank Stella fue, sin duda, quien abrió el camino hacia el minimalismo con sus pinturas negras. Stella se propuso desterrar de la pintura el espacio pictórico tradicional e ilusorio. Pretendía ver la pintura como objeto material. La ausencia de efectos de perspectiva y la relación estrecha entre colores y bandas dotaban a las telas de una apariencia objetal, lo cual contribuía a una mayor intensidad, inmediatez e impacto visual.
Donald Judd por su parte teorizó al respecto en su obra “Specific Objects” en donde señala que el objeto específico posee la capacidad de no decir nada, de “ser insignificante”, añadiría Luc Lang. No se trata de una re-presentación, sino de una presentación, de la “la presencia insignificante, aunque concreta, de un volumen ocupando un espacio”. Estamos entonces en presencia de una concepción literal del arte, el objeto es literalmente lo que se ve, no pretende ser otra cosa.
El objetivo de toda obra minimalista es potenciar la pureza del lenguaje, con lo que aparece la necesidad de recurrir a lo que Morris llamaría “gestalt fuerte”, refiriéndose a una forma pura, de carácter unitario, que no puede descomponerse. Es por ello que las formas simples como cubos, rectángulos, esferas, serán la base sobre la que trabajar.
El interés de los minimalistas estuvo centrado en los fenómenos de la percepción, de las líneas, los planos y los volúmenes interactuando con el espacio que es parte de la obra, ya que todo forma parte del campo visual, tanto la materialidad de la obra, como el espacio en el que está inserta. Así, los minimalistas prefieren naturalmente el terreno de la escultura y la instalación.
El vocabulario artístico minimal presenta líneas simples donde no hay ninguna ornamentación añadida puesto que el objetivo es la literalidad: “Lo que ves es lo que hay” dijo Frank Stella. Es por esa misma razón que los materiales no se disfrazan ni se manipulan para parecer otra cosa, se toman por lo que son y no por lo que pudieran representar. Estos materiales son de origen industrial: acero, ladrillo, maderas de construcción, cobre, luz fluorescente, cristal azogado, plexiglás, etc, dejadas en bruto. Esto expresa una franqueza en el uso y la presentación de los materiales, donde la huella personal del artista se elimina, desplazando la atención del espectador desde “el alma del artista” hacia el objeto artístico real. La elección del material es de este modo, una toma de postura.
Pero si la sobriedad extrema es una de las cualidades de esta corriente, no constituye, según los propios artistas, un fin en sí mismo, entendiendo que la apelación de “minimal” es un reduccionismo porque ellos no pretenden minimizar, sino que buscan una nueva experiencia artística liberada de todo ilusionismo.
Se preocupan sobretodo de la percepción del objeto con respecto al espacio, como reveladores de éste, y que incluyen como elemento determinante de la obra. Estos volúmenes geométricos tridimensionales, de colores y materiales industriales, son entidades reducidas a la materia y forma pura. Están agenciados siguiendo progresiones matemáticas perfectamente imparciales que le permiten por un lado escapar de lo expresivo y por el otro impedir al espectador encontrar un “centro” de atención más importante que cualquier otro: “La obra es un todo” asegura Judd.
Las estructuras modulares de Donald Judd, la frágil disposición de las planchas de Richard Serra, las geometrías irreductibles de Robert Morris y Tony Smith, las formas obstructivas de Ronald Bladen, los mosaicos y ladrillos al ras del piso de Carl André, las obsesiones combinatorias del primer Sol LeWitt y las instalaciones lumínicas de Dan Flavin, radicalizaban unos cuantos presupuestos del arte moderno hasta desmontarlos por completo.
André comienza también a pensar en la serialidad ubicando una cierta cantidad de elementos idénticos, pero dispuestos siguiendo permutaciones que cambian totalemnte la percepción que se tiene de ellos. La idea es revelar el espacio en el que la obra se inserta, como si este fuese el negativo de la pieza, como señalando que todo tiene su complementario, aunque no lo percibamos, el espacio vacío es la condición necesaria para la presencia del objeto. La toma de conciencia de ese espacio es parte fundamental de toda obra minimal.
Los objetos específicos son objetos que afirman su existencia rechazando generar "imágenes" de algo que no son. Dicho de otro modo, rechazan el ilusionismo. "Lo que ves es lo que hay". No son ni escultura ni pintura, son objetos específicos. Incluso una pintura monócroma es ilusión porque recrea un espacio, podemos pretender ver cierta profundidad allí. Por lo tanto, sus obras no generan imágenes y se insertan en las 3 dimensiones, único espacio real. En ese sentido el minimalismo, es un arte radicalmente honesto, no miente, no simula, muestra una verdad desnuda, sin adornos ni disfraces.


Su sistema es totalmente preconcebido, se anota en papel y puede ser realizado en cualquier momento. Esto refleja una de las ideas fuerza del minimalismo: el anonimato.
Para estos artistas, el arte es preexistente, el artista solamente debe hacerlo ver al espectador. Es así como el prestigio del objeto se traslada al prestigio de la mirada, que pasa a ser lo fundamental.
En algunas de sus instalaciones, uno “entra” en la obra, que no es otra cosa que un espacio inundado de luz coloreada, proponiendo una relación cai física entre le espectador y la obra. El color es para Flavin, material y cada color tiene un impacto psicológico. La intensión es producir una experiencia sensorial, artística, que corresponde a cada uno sublimar, si uno quiere.

Ciertamente, no hay que girar en torno a la habitación donde se presenta la instalación para saber que se trata de cubos o poliedros de diferentes formas simples, pero el hacerlo es lo que brinda perspectivas y sensaciones diferentes, de otra forma, no se llega a captar la verdadera experiencia estética que existe solamente en función del espacio y del tiempo que insume ese paseo. Los planos van cambiando, las perspectivas y puntos de fuga se van modificando en la medida en que recorremos ese espacio, esa perspectiva kinestésica es la que completa la obra.
Las formas más simples son las más adecuadas porque provocan que nos demos cuenta de que esas sensaciones no radican en las formas en sí, en su riqueza o no, sino en nosotros mismos, en nuestra mirada. Es por eso también que trabaja sus obras en color gris, totalmente neutro, ubicando sus poliedros en diferentes lugares del espacio, incluso flotando, suspendidos por cables del techo.
Tras su etapa minimalista, Morris desembocará en lo que conocemos como arte informal (del que nos ocuparemos en otro artículo). Las figuras geométricas simples ya no le alcanzarán y comenzará a trabajar con fieltro, flexible, maleable, interesado en explorar los efectos de la gravedad, del azar, más cercanos a la naturaleza. Es decir que de una fase totalmente analítica y racional, lentamente avanzará hacia otra más orgánica.
La serialidad será su marca característica. Estructuras modulares que se multiplican al infinito, pero a diferencia de Judd, que estaba interesado en la superficie, LeWitt se interesa a la transparencia, es decir, a la estructura interna de las cosas. Así, partiendo de un simple cubo hueco, empieza a progresar, multiplicándolo hasta llegar a complejas estructuras, proponiendo un acercamiento neutro y objetivo del material industrial, en su caso, acero blanco.
El arte minimal es, al decir de LeWitt, un “arte sin misterio”. Todo está basado en un sistema analítico, sin misticismo con respecto del número de módulos, todo sigue una progresión lógica. Sus instalaciones siguen una lógica matemática, presentando cubos abiertos, a los que progresivamente, se les va retirando uno de los lados, y eso, en todas las permutaciones posibles. No se sabe a ciencia cierta, si fue LeWitt quién realizó todas sus obras, o si fue su taller, pero en realidad, no importa, pues es la idea de la obra lo que prima, el artista se borra detrás de la obra.
Efectivamente, tal como lo señala en su texto sobre arte conceptual, el concepto es lo que importa, lo que concierne a la programación, al diseño, a la toma de decisiones, mientras que la ejecución no tiene mayor importancia. En este sentido, el artista es más creador y menos artesano. En el artesanato siempre hay lugar para el azar, para lo inesperado en la ejecución, en la concepción de una obra no. La obra se vuelve enteramente “cosa mentale” como decía Leonardo Da Vinci, (aunque LeWitt no se toma el trabajo de contextualizar la frase leonardiana, que vaya si trabajaba manualmente). En todo caso, esta percepción del artista como pensador y artesano como hacedor, desemboca en una radical separación entre concepción y realización, al punto de darle al concepto una autonomía tal que hace incluso superflua la realización de la obra.
Así, el conceptualismo es una especie de exacerbación de la lógica minimalista de separación entre concepto y obra. Una sola frase de Laurence Weiner resume en sí misma toda la lógica conceptual: “El artista puede diseñar la pieza. La pieza puede ser realizada. La pieza puede no ser realizada”. Ahora la pieza puede ser un croquis, un esquema, incluso una simple frase. Sin embargo, por más que Weiner saca de LeWitt todas las consecuencias que harán nacer al conceptualismo, lo cierto es que el propio LeWitt, necesita construir, eso lo mantiene siendo todavía minimalista y no conceptualista.
Más joven que los demás, aportará un nuevo elemento en esta fase de transición entre el minimalismo y el conceptualismo: Junto a Judd, afirma que “más allá de lo que las cosas son, no hay nada”, es decir que la esencia de la obra de arte es equivalente a que su apariencia (o aparición), sin embargo, ambas cosas ano son lo mismo, porque la esencia no se ve, solamente se la puede nombrar, porque los conceptos no son materiales, son intelectuales. Lo fundamental que agregará Bochner es la idea de que la obra de arte es un proceso, no es el objeto en sí mismo. La obra terminada pierde importancia porque lo fundamentalmente artístico ha sido su proceso de creación.
Buchner así propone una obra cuya única materialidad es una cinta adhesiva que señala las dimensiones de una pieza, cualquier pieza, o bien nos presenta una serie de fotos de un objeto que realizó; no nos presenta el objeto final, puesto que el miemos no importa, es el proceso lo fundamental. Así Buchner, estira tanto los límites de la lógica minimal que abre un nuevo arte: el conceptual.
Sin embargo, para los fundadores del minimalismo, esta derivación conceptual no es válida porque para que haya arte debe haber algo que ver, de lo contrario, es filosofía del arte, pero no arte en sí mismo. Esta discusión aún no está cerrada. La progresiva (aunque lenta) desaparición del arte conceptual a partir de la primera década del siglo XXI, parece probar que las posturas de Judd o André, son las correctas. No obstante, seguimos viendo en los museos y galerías más “vanguardistas”, obras conceptuales como si ellas fueran el último grito de la moda en arte. Como siempre, el devenir decidirá.
- Hal Foster , El retorno de lo real, Ediciones AKAL, 2001
- Francisca Pérez Carreño, Arte minimal: objeto y sentido, Antonio Machado Libros, 2003
- Jean Yves Bosseur, Vocabulario de las artes plásticas del siglo XX, Minerva, 1998
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Pero se acabó la glaciación, el ecosistema cambió y el ser humano tuvo que sedentarizarse para sobrevivir. De pronto, la representación del misterio de la mujer se volvió la imagen misma del poder. La mujer entronizada, con cabezas de animales salvajes sometidos, es una de las imágenes más comunes de esta época.
Todo lo que sucede con el fútbol no es ni nuevo ni original. La tecnología de las comunicaciones modifica las formas, pero no su esencia. ...
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En Roma, la cosa fue a más. Los circos y anfiteatros, construcciones impresionantes, como el Coliseo, bullían con decenas de miles de personas desaforadas, gritando por sus campeones. Acudían a las competencias habitantes de todas partes, y mientras duraban nadie podía pensar en otra cosa, ni ricos, ni pobres. La inversión para los espectáculos deportivos era de tal magnitud que algunas llegaron a propiciar crisis económicas y subidas de impuestos para financiarlas.
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